domingo, 18 de marzo de 2007

LA HISTORIA DE PAUL Y PAMELA

Mi amigo Luís, del rincon del peregrino, es uno de esos hombres que posee la huella de la aventura marcada en el rostro: De figura amable, nervioso de gestos y conversador atropellado, como si las palabras le salieran de tres en tres, a borbotones. Algunas veces incontroladas e ininteligibles, aunque, con solo mirarlo, se adivinan todas ellas tras su mirada, cada vez que hace una de esas pausas densas y colmadas de refexion.

Tiene un semblante sereno, que por momentos se enciende, volviéndose al instante rojizo y pasional; Su cabello largo, algo desaliñado y un poco canoso, forma sobre su ancha frente una especie de montera, antigua y usada, sobre la que se puso el mundo muchas veces, y luce una espesa barba, que porta con naturalidad y orgullo hippy; Y que tengo observado se mesa y acaricia, cada vez que se calla algunos pasajes intimos e intensos de sus correrias, que guarda tan solo para si, omitiendolos intencionadamente cuando me habla desde algun añorado recuerdo o desde la perspectiva reflexiva de los años.

Mi amigo Luís, encontro cobijo cansado, al parecer, de tantas aventuras recorridas, en un albergue en lo alto de una montaña gallega, transitada por peregrinos herrantes, que él, orienta y sosiega en su cenobio Jacobeo, decorado por vieiras majicas que, cual ostras japonesas, contienen la perla preciosa, el tesoro irrepetible, de los mensajes escritos desde el corazon de los que por alli transitan.

Hace unos dias, en una de esas conversaciones en las que te ves inmerso sin saber como, me conto, la hermosa y sorprendente historia de Paul y Pamela:

Todo comenzo en una de sus estancias en Paris: Despues de pasar la noche, recogidos inesperadamente por un millonario chino de nombre Tony, a bordo de uno de esos barcos lujosos que navegan el Sena por la noche cargados de músicos, mujeres hermosas y mucha bebida. Se despertó sobre el mismo Sena ondulante, con unos amigos y amigas, a la deriva, en una inverosimil tienda de campaña flotante, que les había regalado el Chino para ocultarle al amanecer, y a los gendarmes, la resaca de una noche alucinante.
Aquel mismo día, una mañana otoñal del 63 , como tantas otras, se fueron al Boulevard Saint Michel, para sacar unas perras con que llenar los estómagos y ahumar los sentidos; Luís, mi amigo, me cuenta sonriendo, que él cantando el “Porompompero” era el “Rey del Mambo” así que: Rodeado de pintores, violinistas, recitadores, artesanos, y malabares se encontraba cantando la mencionada copla, y la gente, entonces, - ahora todo aquello se termino, dice, les daba unas perras que poniéndolas en común, era todo un capital para sobrevivir como príncipes en la ciudad de la Luz.

Caía la tarde, y Paul, recitaba melodiosamente poemas de Baudelaire, Poe, Whitman, Neruda, Martí, Víctor Hugo, Verlaine, Byron, Milton, Lorca, Oscar Wilde y James Joyce.
De repente se acerco al grupo de mí amigo Luís, de donde había escuchado cantar en castellano y pregunto:
- ¿Quien de vosotros es el español? Y mi amigo, bajando la cabeza y acariciando la barba, mientras echaba lentamente el humo de la última bocanada, respondió:
– yo, ¿porque?
– De donde?, se intereso Paul
– Gallego! Dijo con orgullo
Paul, alejándose un poco, con una voz potente y melódica y con un apreciable acento ingles comenzo a recitar de memoria:

Airiños, airiños aires,
airiños da miña terra;
airiños, airiños aires,
airiños, leváime á ela.

Sin ela vivir non podo,
non podo vivir contenta;
que adonde queira que vaia
cróbeme unha sombra espesa.

Leváime, leváime, airiños,
leváime adonde me esperan
unha nai que por min chora,
un pai que sin min non alenta,
un irmán por quen daría
a sangre das miñas venas,
y un amoriño a quen alma
e vida lle prometera.

Si pronto non me levades,
¡ai!, morrerei de tristeza…

Al terminar el poema, Paul, mirando al gallego, esbozo una sonrisa de complicidad y se sento al lado de Luís, estuvieron así un buen rato, en silencio, y luego, de repente, se pusieron a hablar: Le conto que era americano, que había estado en Vietnam, y que quería olvidar la guerra y cantarle a la paz, que conocía España y que le encantaba la tortilla.

Paul le presento a Pamela una hermosa chica americana de aspecto hippie, algo desaliñada pero con unas facciones amables y un carácter cariñoso. Se habían encontrado en Paris y dormían juntos.

Según cuenta mi amigo, Pamela solía decir que dormía con Paul porque el no creía en Dios

- Era increíble, recuerda, y guapa muy guapa!.
- La tía comía muchas conservas, sardinas y cosas de esas, no tenia un duro! Pero era increíble, dice Luís, mientras se acaricia la espesa barba, haciendo un silencio hondo tras el que se intuye un profundo y sentido suspiro.
- Luego se vinieron para Galicia con nosotros, a dedo claro!.

En Francia había que sacar el carnét de autoestopista, y Luís cuenta que el lo saco en Toulouse: Una foto, la huella digital, prácticamente como sacar el carnet de identidad.

- Pero de aquellas paraban. Un día un tío me llevo hasta San Sebastian y me invito a comer y todo, era increíble, susurra.
- Si te subían a un coche en Francia tenían obligación de parar si había policía, para que te identificaran, pero todo genial, muy bien.

Luís es un hombre positivo, y cuenta generalmente las cosas buenas que le pasaron; Aunque escuchándolo, incluso las malas o las menos buenas, se ven como parte de una aventura vital, siempre enriquecedora y positiva.
En una ocasión, me dice, se paso un día entero para desplazarse 40 Kilómetros.

-No paraban ni de coña, y se acabara toda comida ¡un desastre! Y hecha una risotada…

Volviendo a la historia de Paul y Pamela: Estuvieron una temporada en Galicia, por tierras Ourensanas.
– El americano era un loco de la tortilla, le encantaba!, la comía a todas horas: francesa, de patatas, de jamón, el tío solo comía tortilla!

Cierto día, en el Barco de Valdeorras, la guardia civil le pidió a Paul la documentación y lo detuvo; Lo ultimo que se supo de él, es que lo expulsaron de España. Desde entonces no volvió a tener noticias, era un tipo autentico, comenta.

Y en Galicia, se quedo Pamela todavía una temporada bastante larga
- La tia era guapisima, insiste Luis con nostalgia.

Un buen día, cuando se les acabaron el dinero y las sardinas en conserva Pamela decidió marcharse, así que, con toda normalidad, como si lo hiciera cada día, antes de que nos diéramos cuenta, había sacado un billete de tren para Budapest. Pero antes de partir, quiso hacerme un regalo, cuenta Luís, y me llevo a la estación de ferrocarril y con un pequeño mapa en la mano me compro otro billete para recorrer media Europa.

Cuenta mi amigo, que se quedara muy sorprendido por el inesperado alarde de dinero y generosidad de la yanquee, y más todavía, cuando saco del macuto un aparato. - Una especie de chequera mecánica-, y extendió un talón para sus amigos españoles, “- Por si algun día os veis en apuros y necesitáis dinero- dijo”. Ella no lo necesitaba, tenía todo lo que deseaba: Tan solo ¡quería sentirse libre!

Poco después de marchar Pamela, Luís y sus amigos decidieron cobrar el talón, así que fueron a una oficina del Banco Pastor y le entregaron el papel al cajero: Eran tres o cuatro mil pesetas.
- “Este (el director) llamo al “bussinesman” del banco, dice Luís sonriendo de nuevo por la expresión, que a su vez llamo a la central de Ourense, desde donde llamaron a Coruña. Entonces, el director de la sucursal mas atento que antes, nos sento en su oficina y nos trato como a reyes… “
- “Joder, la tía debía de estar forrada de pasta”, dice mientras se acaricia la barba con gesto reflexivo, “pero le gustaba vivir así. Era genial, y guapa, ¡mira que era guapa la cabrona!”.

Recuerdo que un día vi una fotografía de Luís en Holanda, acompañado por dos suecas guapísimas!. Y cuando acabo de hablarme de Paul y Pamela, me imagine aquel joven de la foto, de porte elegante y bohemio; De tez clara, de espesa barba negra, con pantalones acampanados y chaqueta americana de terciopelo azul, con un toque hippie pero indudablemente elegante y libertario. Y se me vino a la memoria una vieja canción de Sabina:


Cuando era mas joven viaje en sucios trenes que iban hacia el norte.
Y dormí con chicas que lo hacían con hombres por primera vez.
Compraba salchichas y olvidaba luego pagar el importe.
Cuando era más joven me he visto esposado delante del juez.
Cuando era más joven cambiaba de nombre en cada aduana,
cambiaba de casa, cambiaba de oficio, cambiaba de amor.
Mañana era nunca y nunca llegaba pasado mañana;
cuando era más joven buscaba el placer engañando al dolor.
Dormía de un tirón cada vez que encontraba una cama.
Había dias que tocaba comer, había noches que no.
Fumaba de gorra y sacaba la lengua a las damas
Que andaban del brazo de un tipo que nunca era yo.
Pasaron los años, termine la mili, me metí en un piso,
hice algunos discos, senté la cabeza, me instale en Madrid.
Tuve dos mujeres, pero quise más a la que más me quiso;
Una vez le dije: "¿Te vienes conmigo?" Y contesto que "¡ sí !".
Hoy como caliente, pago mis impuestos, tengo pasaporte,
pero algunas veces pierdo el apetito y no puedo dormir
y sueño que viajo en uno de esos trenes que iban hacia el norte.
Cuando era mas joven la vida era dura, distinta y feliz...



Y entonces, me acorde de mi!

Carlos Gómez. Marzo 2007

El Sena y Paris bajo la luna llena